Capítulo 9. Puentes
Me
acerco a Porfirio y pego mis labios a los suyos, le beso y él cierra
la boca, insisto, pero no se inmuta. Me siento triste y me da la
mano.
–Para
mí lo fácil sería dejarme llevar, es necesario que confíes en mí,
siempre me tendrás como amigo. Si no, cabe la posibilidad de que no
quieras volver a verme, y que cualquier día me digas que te vas.
–Nunca
te dejaré –mi espalda se afloja cayendo sobre el suelo mullido. El
calor de su mano traspasa mi piel y aunque no lo entiendo percibo que
lo hace por mí. Veo en la pantalla del techo que el planeta rojo
aumenta la velocidad– ¿Por qué ahora acelera tan rápido?
–Es
el momento en el que el Planeta X cruza la órbita de Plutón, la
atracción del Sol es más intensa y ya solo es cuestión de meses
que se produzca el parto. La Tierra dará a luz una nueva
civilización basada en el amor y la solidaridad.
–¿Nuestro
mundo va a tener un hijo?
Porfirio
asiente alzando las cejas.
–Pero
antes comenzarán los dolores del parto. Hay quien se opone a que
cambien las cosas, solo están interesados en mantener sus
privilegios, son los draconianos. Tienen información de lo que se
avecina y tratan de ocultarlo, mientras procuran salvar la
infraestructura esencial para perpetuar su sistema. Mientras, juegan
al pastor mentiroso confudiendo a la gente.
–Y
eso, ¿cuándo ocurrirá?
–El
día del alumbramiento nadie lo conoce con exactitud aunque según
los cálculos dentro del siglo XXI, probablemente
en unos 30 ó 40 años, alrededor del 2027.
La
pantalla se apaga y me quedo inmóvil.
–¿Y
tú como sabes tantas cosas?
–La
mente puede conectarse a la biblioteca universal, en la que todo está
registrado como en una enciclopedia. Se hace tarde...
–Pero
aquí no existe el tiempo...
–Una
vez lo hubo...
–¿Desde
cuándo no hay tiempo?
–Hace
millones de años de la Tierra.
–¡Pero
entonces aún no existía el hombre!
–Tenemos
más cosas en común con muchos de vosotros que con mis antepasados,
a pesar de que nos separen millones de años de evolución. Pero en
ambas hay quien busca tender puentes y quien levantar muros.
–Me
siento en la gloria, seas lo que seas, creo que he tenido una gran
suerte con haberte conocido, me das seguridad y paz. Entonces,
¿nuestro amor es imposible?
Porfirio
apoya una mejilla en una mano y me mira fijamente a los ojos.
–Te
tengo en mi cabeza, de una forma que ni te imaginas, eres como una
obsesión, pienso en ti a cada instante... Pero ahora tienes que
volver a tu casa, a tu ambiente, a tu mundo. Vamos, ya es tarde.
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