Capítulo 5. Sobre el arco iris
Absenta es
un pub pequeño pero apacible, suena Somewhere over the rainbow; personas en las mesas charlan amigablemente. Porfirio y yo nos pegamos a la barra y saludamos a Lucía y Javi, este pide cuatro Absentas.
El camarero comienza a servirlas quemando los terrones de azúcar.
–¿Me
dijiste que nunca la habías probado? –me pregunta Porfirio.
–Así
es.
–Te
gustará.
–¿Cómo
estás tan seguro?
Él
ladea una sonrisa burlona y se encoge de hombros.
–Pero
ten cuidado, hay que tomarla en pequeñas dosis.
Lucía
y Javi están a mi lado besándose y cuando nos sirven las copas,
Porfirio me da una. Pruebo un sorbo y me gusta su sabor anisado.
–Tenías
razón, me encanta.
–Hay
tres tipos, negra, roja y esta “Hada verde”. ¿Me perdonas un
momento? –y sonríe a una mujer esbelta con el pelo azul que está
en los escalones de la entrada. Se dirige a saludarla, le dice algo,
ella asiente y le da un beso cerca de los labios, y se apaga una
bombilla que cuelga del techo frente a mí. Javi y Lucía están
discutiendo.
–¿No
vas a probarla? –pregunta él.
–Te
he dicho que no, y no voy a cambiar de opinión –dice Lucía.
–Si
no va a pasar nada, solo te notarás diferente...
Porfirio
y la mujer están conversando con las caras muy cerca, esta vez no
puede ser su hija.
–Otra,
por favor –le digo al camarero mientras retira la de Lucía.
Me
sirve la segunda absenta, me la tomo del tirón, Porfirio no vuelve y
la pareja no deja de hacerse carantoñas. Me noto mareada, todo
comienza a darme vueltas y me entran ganas de vomitar. Me voy al aseo
agarrándome a la pared para no caerme, noto el estómago como si
fuera una centrifugadora. Me dan arcadas y el suelo no para de
moverse. Oigo un zumbido y de fondo sonido de olas, me vibra el
cuerpo. Escucho a Porfirio que me llama al otro lado de la puerta.
–¿Estás
bien?
–Ya
salgo, es que estoy mareada.
–Vomita,
te habrá sentado mal la Absenta.
–No
puedo...
–¿Quieres
que te ayude?
Le
abro la puerta.
–Sí,
por favor.
Mete
dos dedos en mi boca y vomito más de lo que he bebido.
–Ya
me siento mejor, gracias –me enjuago la boca.
–Te
llevaré a dar una vuelta, a que tomes aire puro –me dice
cogiéndome de la mano. Al final del pasillo, mete una tarjeta en una
ranura que hay en la pared, se abren dos correderas automáticas y
desciende una escalinata de metal. Estoy aterrada, Porfirio sube un
par de escalones tirando de mí, subimos la escalera. Un resplandor
nubla mi vista y entramos en una cabina de cristal, y nos transporta
a través de un túnel, al final veo una luz verde. Me abraza y
cierro los ojos. Me pide que mire alrededor. Abro los párpados. El
cilindro de cristal se desplaza levitando a unos centímetros del
suelo. Alrededor todo me parece deslumbrante, edificios con espejos
unidos por numerosos puentes de los que caen enredaderas cuajadas de
flores en tonos muy vivos, y encima un cielo esmeralda muy radiante.
El suelo, como cristal, cubre un mar tranquilo o un lago, hay aves de
llamativos colores, y árboles frondosos. Vuelan artefactos
cilíndricos como el nuestro y senderos serpentean como ríos
formando fuentes y cascadas. Hay personas que caminan despacio y
otros van a velocidad de vértigo por el aire. Las calles circundan
una gran plaza cuyo centro es una pirámide del mismo verde del cielo que
tiene en su interior un fuego. En el suelo, las flores asemejan una
alfombra oriental.–Bienvenida a Absenta –me susurra.
–¡Es
maravilloso! ¿No es un sueño?
–Estamos
en la capital de Absenta, Ciudad
de Paz,
un planeta de recreo. Aquí abandonamos las funciones o trabajos para
cargar las pilas, hay quien la llama el Sueño Eterno, el que llega
aquí ya no desea vivir en otra parte, salvo aquellos que creen en el
Paraíso.
–¿Y
tú crees en el Paraíso?
Porfirio
niega con la cabeza.
–Creo
en el hombre, que puede perpetuarse conservando la memoria de lo que
es.
–¿Esas
personas son humanos?
–Algunos
sí, otros son absantes.
–¿Qué
son absantes?
–Una
generación que evolucionó en la Tierra de una especie de anfibios
hace cientos de millones de años, son ranoides, aunque comparten un
80 por ciento de genes con el homo sapiens. Son muy pacíficos,
aborrecen la violencia.
–¿Libertad
es absante? –Porfirio asiente– ¡Cómo es posible! No puedo
creerlo… ¿Pero tú eres de la Tierra como yo?
Asiente
de nuevo.
–Pero
aquí descanso, tengo mi hogar.
–¿Tú
eres humano, no?
Porfirio
me toca la punta de la nariz.
–Tengo
mucho que contarte. La información que te voy a dar puede ponerte en
peligro; tienes que ser muy discreta, o te complicará la vida.
–¿Por
qué?
–Hay
una facción que pretende dominar el mundo con malas artes, y si se
dan cuenta de que eres mi amiga, te complicarán la vida. Por otro
lado, a tu mente le costará aceptar que este mundo existe.
–Porfirio
me vas a volver loca...
Me
mira pensativo y niega con la cabeza y señala uno de los edificios
de espejos.
–Mi
casa... Aunque, en realidad, donde vivo la mayor parte de lo que
llamas “tiempo” lo paso en otros lugares.
–¿Aquí
llamáis al “tiempo” de otra forma?
–Lo
llamamos eventos, lo graduamos por sucesos, por lugares, por épocas
de cada mundo, un poco complicado, pero vivimos en un eterno presente
y te desplazas al momento que quieres. Vivimos en lo que llamáis la
quinta dimensión.
–O
sea, ¿podéis viajar al pasado?
–Pero
tiene sus riesgos, no te creas, te puedes quedar enganchado. Algunos
se quedan en un tiempo y no vuelven.
–¿Y
a ti nunca te pasó?
–A
mí, no.
Porfirio
se ríe, me coge de las manos como si fuese a enseñarme a caminar.
El transbordador se detiene sobre un lago. Descendemos. A mis pies
siento un balanceo como el de un flan, me agacho para tocar el agua y
compruebo que es como blandiblú, un juego de mi infancia con una
textura gelatinosa.
–Ven
siéntate a tomar el sol, es una energía muy pura, y quítate los
zapatos. Este es el mar de la Serenidad, aunque parece un lago por su
escaso oleaje.
Tengo
la sensación de sentarme en una cama elástica, me descalzo y doy
unas patadas sobre la superficie y mis pies rebotan. Acaricio la
gelatina y es muy suave.
–¡Qué
gustazo! Estamos en el Sistema Solar, ¿no?
–No,
pero nuestra estrella es similar; su luz al entrar en contacto con la
atmósfera refleja los verdes, por eso vemos el cielo y el mar así.
–Si
no fuera por el color y la textura parecería que estamos en la
Tierra... ¿Hay peces?
–Es
demasiado denso. La Tierra y Absenta, aunque cada una tiene sus
peculiaridades, son hermanas. La principal diferencia es que aquí
hemos alcanzado niveles altos de empatía con la naturaleza y los
demás seres que pueblan el multiuniverso.
Porfirio
se tumba extendiendo los brazos y acaricia la superficie gelatinosa.
–Quiero
contarte un secreto que nos preocupa mucho del futuro de la Tierra.
–¿De
qué se trata? Me estás asustando...
–Tranquila,
confía en mí. Mira ya sale el arco iris...
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